Nunca me he preguntado por qué leo. Leer siempre me ha parecido algo muy natural. Podría decir también que leo porque me aburro. Ciertamente no recuerdo cuándo empecé a leer. ¿Habré aprendido con el método Coquito? Probablemente, aunque todavía no me explico para qué en el jardín me pidieron llevar una especie de cartas Coquito para aprender a leer. Nunca las usamos, pero lo que sí sé es que cuando pasé a primero de primaria y recién nos enseñaban a leer, yo ya sabía hacerlo. Leo, pues, por placer. Devoro casi todo lo que llega a mis manos, desde revistas, pasando por novelas, cuentos y poesía, hasta aburridos manuales de Derecho. Pasé mi infancia en Jaén y al ser hija única durante once años la lectura se convirtió en una buena compañera ya que como nunca tenía con quién jugar, podía pasar las tardes encerrada en mi habitación leyendo Selecciones. Y gracias a ese hábito fue que empecé a formar mi biblioteca. Ya los parientes se habían pasado la voz, así que durante muchos años recibí ...