Ella caminaba como cafeterita italiana por avenida España. Acalorada, rauda, bamboleándose de izquierda a derecha en plenitud vulgar de un trasero tan grande que llegaba a parecer, incluso, indecoroso.
Para la gente semi analfabeta –como son todos los ciudadanos de la República Popular de Breña- una potona más. Pero esta mujer era una poieta que caminaba como una cafeterita italiana y que además había sido bendecida por la divina providencia: Su novio no la quería. Esto no es secreto. Él mismo la había advertido: Sé que te parcerá naif, pero me da flojera quererte, así que no voy a hacerlo. Esto te parecerá un galicismo superfluo, seguramente.
Tampoco vamos a jugar al ser que se reviste del papel de la víctima. No, No, No. No es para escandalizarse, ni mucho menos para llorar. Sino para aguantar y que al macho se le dé la gana de despertar de su letargo y parecerse más a un ser vivo o por lo menos al dragón de komodo.
Probaría algo tan excéntrico como tener a un dragón de komodo como pareja. Sus besos particularmente mortales, cáusticos y hediondos le darían todo el amor posible. Y ella no moría. Eso a nadie parecía llamar la atención.
Van los dos por avenida España. No faltará por allí, sin embargo, algún analfabeta que vaya a dar parte a la policía ecológica.
Para la gente semi analfabeta –como son todos los ciudadanos de la República Popular de Breña- una potona más. Pero esta mujer era una poieta que caminaba como una cafeterita italiana y que además había sido bendecida por la divina providencia: Su novio no la quería. Esto no es secreto. Él mismo la había advertido: Sé que te parcerá naif, pero me da flojera quererte, así que no voy a hacerlo. Esto te parecerá un galicismo superfluo, seguramente.
Tampoco vamos a jugar al ser que se reviste del papel de la víctima. No, No, No. No es para escandalizarse, ni mucho menos para llorar. Sino para aguantar y que al macho se le dé la gana de despertar de su letargo y parecerse más a un ser vivo o por lo menos al dragón de komodo.
Probaría algo tan excéntrico como tener a un dragón de komodo como pareja. Sus besos particularmente mortales, cáusticos y hediondos le darían todo el amor posible. Y ella no moría. Eso a nadie parecía llamar la atención.
Van los dos por avenida España. No faltará por allí, sin embargo, algún analfabeta que vaya a dar parte a la policía ecológica.
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