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Showing posts from September, 2005

Soliloquio y con frío

Café capuchino maltés Hiere mi lengua Siento una nube En la barriga. Corrijo En la vagina Con suerte un va Y ven. Ataca a los pájaros Porque no comen solos Porque andan de a dos, De a cuatro o de a tres. Recuérdalo Dante, Siempre renuente La muerte nos miente Nos sorprende. Y si no tuvieras todas Esas quijadas rotas Entonces tendríamos Veleros y volcanes Amarillos Como luz Como un camello. Floja es la palabra Y su misterio panduro Compra este río Para controlar las crecidas Y sus playitas de piedras. Siempre cayendo Te explico Mi voluntad contraída Este no es un diario de Explicaciones Y pocos peces Hemos visto allá En el estanque Donde no tiras una moneda Por temor a enfermarte. Entonces por qué Seguir cayendo En esta curva Yo sólo escucho música Y me miro en el espejo. Surco, 19 de setiembre 2005

EL AMOR Y SU USO

Nos avejentó el amor Y su uso desfachatado El amor es para los viejos [canes] /Te repito/ Cansados y con calma Les cae el desvelo /sobre el torso/ Sobre el rostro y las ojeras Forman parte ya del paisaje cotidiano De las aguas frías donde se cuelgan Los retratos de la pasión del marinerito - A G O S T O - Tantos misterios para un mes Tan prescindible y apurado -THERE IS NO B-DAY- -NO HAY CUMPLEAÑOS- Pero queda el compromiso De levantarse temprano Para apagar las velas Y comprar aguas frescas Para el desayuno, Parar el tacho y colocar las tazas Muy cerca de tus manos Y mirar cómo es Y si es que nos han / tratado / Todos estos años: Mírate pues cada vez /O de vez en cuando/ Más cerca de la cal Y yo, allí, parando el tacho, Después de lavar la taza Vestida para sepultar De vez en cuando otros marineritos. San Isidro, 5 de setiembre / 2005 Ilustración: Mario Carreño

VIRGILIO PIÑERA

LA CARNE SUCEDIÓ CON GRAN SENCILLEZ , sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la población sufría de falta de carne. Todo el mundo se alarmó y se hicieron comentarios más o menos amargos y hasta se esbozaron ciertos propósitos de venganza. Pero, como siempre sucede, las protestas no pasaron de meras amenazas y pronto se vio a aquel afligido pueblo engullendo los más variados vegetales. Sólo que el señor Ansaldo no siguió la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y, acto seguido, bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete. Tras haberlo limpiado lo adobó con sal y vinagre, lo pasó –como se dice- por la parrilla, para finalmente freírlo en la gran sartén de las tortillas del domingo. Sentose a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que venía a desahogarse...Pero Ansaldo, con elegante ademán, le hizo ver el hermoso filete. El ve