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Showing posts from April, 2006

¿Cuál es el río que cruza la Indochina?

Nunca me he preguntado por qué leo. Leer siempre me ha parecido algo muy natural. Podría decir también que leo porque me aburro. Ciertamente no recuerdo cuándo empecé a leer. ¿Habré aprendido con el método Coquito? Probablemente, aunque todavía no me explico para qué en el jardín me pidieron llevar una especie de cartas Coquito para aprender a leer. Nunca las usamos, pero lo que sí sé es que cuando pasé a primero de primaria y recién nos enseñaban a leer, yo ya sabía hacerlo. Leo, pues, por placer. Devoro casi todo lo que llega a mis manos, desde revistas, pasando por novelas, cuentos y poesía, hasta aburridos manuales de Derecho. Pasé mi infancia en Jaén y al ser hija única durante once años la lectura se convirtió en una buena compañera ya que como nunca tenía con quién jugar, podía pasar las tardes encerrada en mi habitación leyendo Selecciones. Y gracias a ese hábito fue que empecé a formar mi biblioteca. Ya los parientes se habían pasado la voz, así que durante muchos años recibí

CAZADORES DE POLLOS

Y ese día se reunieron Bajo las campanas E hicieron batir sus alas Infructuosamente La naturaleza los trajo serviles Y ellos supieron aprovecharlo

PAN FRANCÉS

Recuerdo que a mi cuñada la llamábamos en secreto, la culo triste. Será porque me estoy quedando sin plata cada vez más rápido o será porque hace rato que ya me quedé sin un puto centavo en el bolsillo, que debo subir otra vez a esos micros asquerosos que pasan por las calles de Lima para ir a trabajar. Será también porque es verano y me duele la cabeza casi todos los días y ya no tolero los humores de las gentes, que me fijo hasta en las uñas de las señoras que se sientan frente a mí. Es verdad, son todas rojas hasta las huevas; con un esmalte que debe tener por lo menos dos semanas y está más descarado que la fachada del Palais Concert. Sí, subir a los micros en verano es una experiencia espantosa, que despoja de cualquier rastro de decencia como cederle el asiento al pobre viejo que acaba de subir. No señor, es su problema para qué mierda sube al micro si se ve desde afuera que está lleno. Además hay un montón de manganzones ahí, bien sentadazos en el asiento reservado. Miro hacia

TRISTE HISTORIA DE LASTENIA

Hace mucho que no termino un cuento. Aquí va uno de esos relatos inconclusos. Historia de Lastenia, el zapatero y la palmera Hasta que un día lo dicho por don Lázaro, el zapatero, se cumplió. - Ay doña Lola, Lastenia se muere y el árbol todavía sigue en pie. Usted está loca si piensa que yo solito con mi machete y encima, por diez soles voy a poder tumbarlo. Ni hablar. Déjelo allí nomás señora, que no le hace mal a nadie. Mi abuela lo escuchó y lo dejó ir. Pero antes le dio una propina y unas galletas de coco recién horneadas. Lázaro tenía razón, el árbol estaba ya demasiado crecido como para bajarlo con un machete. Además daba cocos que de vez en cuando tumbaban con un gancho. Palmera enana, se dijo. Y no siguió diciendo nada más. Y tampoco fue a avisarle a Lastenia que era imposible cortar el árbol. Que se joda, pensó. Entonces Lastenia apareció en la casa de mi abuela al día siguiente para preguntar por qué seguía el árbol todavía asomando las ramas por su ventana. Porque-se-me-da-