Anima viernes

El sol se estrella contra mis ojos. Y es verano, aparentemente. Y se estrella incluso dentro de una oficina, allí no puedo llevar los anteojos oscuros. Tengo entonces que poner mis ojos chinos y escribir algo, cualquier cosa. Pero el sol que se estrella no es otro que el sol reflejado en la pantalla de la computadora. Podría decir ordenador, es más musical, pero definitivamente huachafísimo. Me hace recordar a mi madre que de un tiempo a esta parte prefiere decir platicar en lugar de conversar, más precisamente desde que consiguió novio mexicano. Yo he tirado la toalla. Parece que está condenada a platicar por el móvil mientras se afeita con un rastrillo antes de la merienda. Felizmente todavía no la he escuchado decir aguacate en lugar palta.

De pronto el sol trajo como un rayo a Reynaldo Arenas, quien con el pelo pintado de rayitos apareció y desapareció frente a mi computador. Mucho mejor que decir ordenador.

Yo no puedo alejarme de mi niñez y esto realmente me jode. Me jode remitirme a ella. Y no es que fuera mi mejor época. No recuerdo ninguna de mis etapas con demasiada ternura. Pero las infancia es la más recurrente. Los recuerdos son los más raros. Por ejemplo, recuerdo claramente mis juegos. Me gustaba jugar al velorio, al cosinero pelado, a somos pobres, a los guiones de Walt Disney o las versiones de la barbie erótica. Jugaba también con bayas, tierra y espuma de afeitar para hacer comida. Comida de mentira, helados rosados con aseptil y jabón. Pasteles de chocolate con barro y kolynos. EXperimentos en bacinicas y caídas con sangrado de rodillas, siempre muy doloroso. Siempre el doloroso y anaranjado recuerdo del Merthiolate.

No me gusta leer en público mis poemas. No, no me gusta nada. Siempre me pongo nerviosa. Y enciendo un cigarrillo (sé que no tengo gran cosa qué decir) y ahora, no sé desde cuando, bebo cerveza. Pero los nervios no se calman, entonces leo como carretilla y pienso: ojalá no tropiece, ojalá esto se acabe pronto, ojalá alguien me escuche. Lo que quiero decir es que no quiero decir nada. No es que no tenga nada que decir, pero no me la gana de hablar. Prefiero, por ejemplo, señalar, ballo, o sentarme a la ventana en la combi y mirar la ciudad como si fuera tabla de Sarhua.
Tengo miedo.

Barcelona se quedará sin corridas de toros a partir de la temporada de 2008.
Dejar el hábito de la carne.

¿Conoces a alguien que se apellide Parihuamán?

Esta mañana amanecí en cama ajena. Ni siquiera me inmuté cuando recordé que anoche la familia ajena había sido testigo de mi ebriedad estacionaria y puramente ocasional.
Pienso que en cualquier momento podría salir embarazada. No me cuido bien. Ya no con las ganas de antes. Vendría bien un critter, así dejaría de trabajar para criarlo. Pero no quiero ser pobre. Cuando voy a beber mi café de la mañana me doy cuenta de que ya está frío ¿cuánto tiempo ha pasado desde que llegué a este lugar? ¿Tres años? ¿Veinticinco minutos? Both are correct.